Espírtu y Vida
SALMO DE LA TERCERA EDAD (Extracto del salmo 70)
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame.
Sé ti mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones,
porque mis enemigos hablan de mí,
los que acechan mi vida celebran consejo;
dicen: “Dios le ha abandonado;
perseguidlo, que nadie lo defiende.”
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas,
ahora, en la vejez y en las canas, no me abandones
hasta que hable de tu brazo a la nueva generación,
de tus proezas y victorias excelsas,
de las hazañas que realizaste;
Dios mío, ¿quién como tú?
Me hiciste pasar por peligros muchos y graves,
de nuevo me darás la vida,
me harás levantarme de lo hondo de la tierra;
acrecerás mi dignidad,
de nuevo me consolarás, y yo te darte gracias,
te aclamarán mis labios, Señor,
mi alma que tú redimiste…
BENDICION DEL ANCIANO
Benditos, Señor, los que comprenden
mi paso vacilante y mi mano temblorosa.
Benditos los que saben que hoy
mis oídos van a sufrir para escuchar.
Benditos los que parecen aceptar
mi vista cansada y mi espíritu lento.
Benditos los que nunca dicen:
“Es la segunda vez en el día
que cuenta usted la misma historia.
Benditos los que tienen el don de hacerme evocar
los días felices de otros tiempos.
Benditos los que hacen de mí
un ser animado, respetado y no abandonado.
Benditos los que adivinan que ya no sé
de dónde sacar fuerzas para llevar mi cruz.
Benditos los que endulzan con su amor
los días que me queden de vida
hasta llegar a la casa del Padre…